Querido(a) Tú:
Hay días que extraño momentos vividos en mi pasado. Sucede
rara vez que algo así me pase, pero cuando los recuerdos me sobrevienen
entonces me pierdo en ellos, me olvido de lo que me rodea, de que el mundo gira
en éste ahora, y hasta pierdo la noción del lugar donde estoy. Los recuerdos me
llenan de nostalgia. Sana nostalgia. Sin embargo, por lo general, me roban una
sonrisa escueta y triste, como añorando con mucho ahínco aquellos momentos,
aquellas personas o lugares por los cuales mi vida transitó.
Quisiera poder, de ser posible, extraer de mi mente
las imagenes, vivencias, sonidos, sensaciones, que viví a pleno en esos
recuerdos. Poder mostrártelos, decirte: «¿Ves?, en ese preciso momento fui
felíz», pero no es tan simple. Solo uno mismo puede ver esos momentos,
revivirlos y darles el suficiente valor emotivo hasta el punto de que la piel
se te erice y el corazón se ponga al galope. Si tal vez para los demás solo sean
imagenes incongruentes, sonidos molestos, vivencias superfluas. El mundo no es
igual para todos, lo sé, de a poco lo he aprendido.
Hoy he recordado un barrio, allá en la capital. Una
tarde, un otoño. Me veo caminando por ese barrio de casas coloniales en un
atardecer de otoño, los árboles agitándose por el viento sur, hojas amarillas
cayendo por doquier, automóviles que pasan velozmente por el pavimento,
personas que desconozco que caminan presurosas huyendo de la noche fría que se
avecina. Y estoy allí, felíz, sintiéndome extraño por esa felicidad, algo que
no comprendo y que sé que ha comenzado a gestarse en mi interior,
delicadamente, sin freno, desbordante, cargado de exaltación. Ahora sé que ha
sido la gestación de un bonito recuerdo, el increíble acto de un momento de mi vida que se guardaría para
siempre en la memoria y sería revivido de vez en cuando para cargarme de nostalgia
y felicidad.
Seguramente tú también tendrás recuerdos así, en donde
la nostalgia y la emotividad avanzan, te atropellan sin pedir permiso, e
imponen sus condiciones, a veces tiranas, a veces benévolas. Es ahí, en esos
recuerdos, en donde uno siente que ha vivido, que pudo transitar la vida sin
perdérselo todo, que al menos algo invisible al resto de las personas fue
captado y atrapado por nuestros sentidos para sentirnos vivos y que el pasar
por la vida no fue en vano. Era otoño. Lo recuerdo perfectamente ¿Será por eso
que amo tanto esa época del año? Tal vez...
Yo.
Los recuerdos son el signo que tenemos un pasado, un archivo. A veces pasan meses sin ningun momento que nos marque, pero de golpe hay una tarde, o una maniana o una noche que nos define para siempre.
ResponderEliminarMe gusta este blog, es interesante
Petra
@Unmasked (sin caretas) o Petra:
EliminarSupongo que en esos puntos de inflexión es donde una vida puede contarse a grandes rasgos. La memoria, a la cual veces uno señala con el dedo acusándola de culpable de perder recuerdos, se encarga perfectamente de guardar los "titulares" que nos definirán de algún modo (más interesantemente o no) nuestra vida.
Las cartas de un joven escritor perdidas en un mar virtual pueden llegar a buen puerto, uno nunca lo sabe, así como no lo supieron Xavier y Aída, los personajes de "De A para X" de John Berger.
Saludos.