Querida tú:
Hay días, como el de
hoy, que despierto pensando en los distintos caminos que he tomado a lo largo
de mi vida. No puedo decir cuál ha sido correcto y cuál no, pues debería
haberlos tomado a todos para poder
sentenciar ese veredicto. Supongo que puedo decirte que he tomado los que en el
preciso instante que se mostraron ante mí decidí eran correctos, ¿pero serían
realmente los correctos?...
No lo sé.
Es que hay días que
mi subconsciente juega con mi consciencia, los escucho correr por los pasillos
de la memoria, por los toboganes de mi corazón, reír a mis espaldas, cuchichear
cerca de mis sienes, y sé que traman cosas, o bien confabulan, como tripulantes
de un viejo barco ansiosos por una revuelta, por tomar por completo el barco.
Son estos días, tal como te he contado, que miro mi vida hacia atrás, observo
los pasos, las decisiones, los aciertos, los errores, las trampas, y me digo a
mí mismo que lo voy logrando, que no ha sido tan difícil, pero que tampoco fue
fácil.
Y hoy me encuentro
aquí, en esta cama, analizando mi vida, pensando que acabo de despertar y no
estás a mi lado, que la cama es gigantesca, que el silencio es atroz, que hay
momentos en la vida de un hombre que preferiría no vivirlos, tan solo
saltearlos, evaporarse y materializarse en otro sitio con tal de no soportar el
dolor que se siente cuando la soledad te estruja el corazón, cuando los colores
ocres de la vida tiñen los pensamientos y muestran a la perfección lo que
podría ser y no fue.
Aún conservo el
viejo cuadro que pintaste. Está ahí, justo sobre la vieja cómoda, con sus
colores intactos y esa escena, tan humana, tan sentida, reviviéndose día a día
ante los ojos que han llegado a verla. Ayer ha venido la vecina del octavo piso,
me ha traído un par de camisas y pantalones, aludiendo que pertenecían al
difunto de su marido y que yo, como soy casi de su talla, podría usarlos, y
ella al verme con esa ropa se sentiría feliz y a la vez lo recordaría más
vívidamente. He aceptado el obsequio por cortesía, pero no creas que un
escalofrío no me ha corrido por la médula. Observo esa ropa doblada
cuidadosamente sobre la silla y pienso en el hombre que las usaba, en las
decisiones que supo tomar en vida, en cuánto de su impronta iluminó a este
mundo. En algún punto todos teñimos con nuestro color interno éste mundo. Dejamos
en él rastros inconfundibles de nuestro paso, de nuestra toma de decisiones, de
nuestros actos. Tú lo has hecho con este cuadro que observo cada mañana al
despertar. Hay mucho de ti en él. Desde la suavidad del oleaje hasta la
rompiente de piedras, atravesando el caserío lejano, y el sol pálido ¡Realmente
estabas inspirada cuando lo pintaste! Parece mentira que ya han pasado tantos
años. Si lo vieras… seguramente una lágrima te afloraría. Los recuerdos tienen
mucho poder, tanto que a veces usan más filo que un cuchillo para cortarte en
dos.
Me pregunto si aún pintas, si habrá nuevos cuadros colgados en otras paredes,
si alguien más se despertará al igual que yo observando una de tus pinturas.
Siempre creemos que somos únicos y que solo nosotros podemos vivirlo de ese
modo, ¡pero nada más equivocado, querida mía! Solo somos ese pequeño grano de arena,
en una playa solitaria dentro de un vasto mar, en un universo infinito.
Seguramente habrá otra pintura, otros ojos, y otro corazón que la observe. Y es
que eso pertenece a uno de esos caminos con los cuales hoy me desperté analizando,
caminos que uno decide recorrer y a veces en vez de acercar te alejan de la
gente que amas. Heme aquí, en esta vieja cama, con el corazón arrugado de
melancolía, con el recuerdo de tus manos pintando sobre el lienzo, de la
postura de tú cuerpo frente al bastidor, de tú silencio de artista magnánimo.
Quisiera cerrar los ojos y verte en esta misma habitación pintando, esbozando
con colores ese mundo que tus ojos miran y que tú espíritu representa sobre la
tela, pero no me es posible, pues ambos elegimos caminos distintos y no sé si
algún día volverán a fusionarse…
Aunque tal vez..
Yo.
(Imagen: Sicca )
Es mejor no preguntarse demasiado. Yo he tomado tantas decisiones drasticas en mi vida, que si vuelvo atras y empiezo a preguntarme si lo que hice es lo correcto, seria una tortura.
ResponderEliminarcomo dicen por ahi, uno hizo lo mejor que pudo en el momento que lo decidio, con lo que tenia en la mano.
Es facil revisar el archivo anios despues y saber o sospechar si estuvo bien o mal...porque tenes muchas mas informacion, porque sabes mas de lo que paso en el futuro o sabes mas de vos mismo...pero el juego es distinto en el momento que vos sos el protagonista en ese momento en particular.
Yo ya no me pregunto nada. Yo sigo con las herramientas que tengo en la mano y si es posible aprendo de mi pasado. Lo otro es una tortura interminable que no la podes cambiar lo hecho hecho esta.
Te saludo
Petra
Coincido en muchos puntos que planteás en tú comentario.
EliminarSí.
Saludos.
¨Solo somos ese pequeño grano de arena, en una playa solitaria dentro de un vasto mar, en un universo infinito.
ResponderEliminarPrecioso y deliciosamente borgeano, aunque le pese.
;)
¿Así que es Borgeano, Sil? ... mirá vos :)
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