martes, 1 de mayo de 2012

#11: Otoño


Querido(a) Tú:


Hay días que extraño momentos vividos en mi pasado. Sucede rara vez que algo así me pase, pero cuando los recuerdos me sobrevienen entonces me pierdo en ellos, me olvido de lo que me rodea, de que el mundo gira en éste ahora, y hasta pierdo la noción del lugar donde estoy. Los recuerdos me llenan de nostalgia. Sana nostalgia. Sin embargo, por lo general, me roban una sonrisa escueta y triste, como añorando con mucho ahínco aquellos momentos, aquellas personas o lugares por los cuales mi vida transitó.

Quisiera poder, de ser posible, extraer de mi mente las imagenes, vivencias, sonidos, sensaciones, que viví a pleno en esos recuerdos. Poder mostrártelos, decirte: «¿Ves?, en ese preciso momento fui felíz», pero no es tan simple. Solo uno mismo puede ver esos momentos, revivirlos y darles el suficiente valor emotivo hasta el punto de que la piel se te erice y el corazón se ponga al galope. Si tal vez para los demás solo sean imagenes incongruentes, sonidos molestos, vivencias superfluas. El mundo no es igual para todos, lo sé, de a poco lo he aprendido.

Hoy he recordado un barrio, allá en la capital. Una tarde, un otoño. Me veo caminando por ese barrio de casas coloniales en un atardecer de otoño, los árboles agitándose por el viento sur, hojas amarillas cayendo por doquier, automóviles que pasan velozmente por el pavimento, personas que desconozco que caminan presurosas huyendo de la noche fría que se avecina. Y estoy allí, felíz, sintiéndome extraño por esa felicidad, algo que no comprendo y que sé que ha comenzado a gestarse en mi interior, delicadamente, sin freno, desbordante, cargado de exaltación. Ahora sé que ha sido la gestación de un bonito recuerdo, el increíble acto  de un momento de mi vida que se guardaría para siempre en la memoria y sería revivido de vez en cuando para cargarme de nostalgia y felicidad.

Seguramente tú también tendrás recuerdos así, en donde la nostalgia y la emotividad avanzan, te atropellan sin pedir permiso, e imponen sus condiciones, a veces tiranas, a veces benévolas. Es ahí, en esos recuerdos, en donde uno siente que ha vivido, que pudo transitar la vida sin perdérselo todo, que al menos algo invisible al resto de las personas fue captado y atrapado por nuestros sentidos para sentirnos vivos y que el pasar por la vida no fue en vano. Era otoño. Lo recuerdo perfectamente ¿Será por eso que amo tanto esa época del año? Tal vez...


Yo.