martes, 31 de julio de 2012

#16: "Lo efímero del amor"




Querida tú:




La palabra sorpresa nunca ha tenido tanto significado para mí como desde hace algunos días. En realidad ha tomado un matiz intenso y lleno de peso. Seguramente te estarás preguntando por qué te cuento esto, a qué viene, por qué motivo he decidido arrancar así esta carta. Supongo que podría darte muchas explicaciones, pero intentaré elaborar una, y dejarte en claro que hay cosas que el tiempo se encarga de acomodar, de develar y de poner perfectamente en su sitio. La palabra sorpresa esta vez no tiene nada que ver contigo sino con otra persona que una vez visitó días de mi vida, dijo amarme, dijo quererme, y de repente, se esfumó, volviendo a hacer lo que ahora sé que siempre hizo: mentir.

Siempre te ha gustado mi franqueza. Nunca has sido una mujer celosa, y siempre me has invitado a que te cuente cosas de mi vida, una vida anterior a ti, una vida como la de cualquier otro hombre mortal. Pues bien, he aquí que tengo ganas de ello, de contarte algo que, como te dije al principio de esta carta, me he enterado por estos días: cierta vez alguien me amó antes que tú, o al menos dijo hacerlo. Sin embargo, y más allá de haber vivido momentos importantes y pseudo reales con ella, el destino me ha llevado a ver que las puestas en escena saben ser gloriosas para los hombres estúpidos ¿Me crees? Supongo que sí. Estés donde estés sé que ya sabes de quien te hablo. De ella misma, sí, la que piensas, la chica de la sonrisa, la chica que todos querían y deseaban.

Y mi descontento ha sido variopinto. La desilusión inconmensurable. Mentir cuando alguien te da amor es como clavar un cuchillo en tú alma, no en la del otro. Es generar una herida tan profunda como invisible en el momento, que solo será visualizada y vívida cuando el destino lo disponga. Pasa que el destino dispone cuando quiere, y castiga sin que la mano se le vea. Sí. Es así. Esa misma mujer de la que una vez te conté me ha sorprendido… ¿pero quieres saber algo más?: ella lo ignora.

Anoche he subido a la terraza y me he puesto a contemplar el cielo. Aquí hace frío, ya te lo he contado en otras cartas. El invierno se está volviendo más crudo. Los días se han acortado en demasía, pero aun así me gusta contemplar el cielo nocturno y pensar en nada. En la terraza me he encontrado con un grafiti, de esos que escriben los jóvenes cuando quieren expresar sus pensamientos e ideas y comunicárselo a medio mundo. El grafiti rezaba: “el amor es efímero”, y ha sido para mí un verdadero cachetazo en la noche helada. Mis ojos se llenaron de lágrimas que contuve con el pañuelo que me habías regalado para mi último cumpleaños.

Es que esa volatilidad del amor es tan real, tan palpable, que odiaría que se presente entre nosotros… ¿Dónde estás?, ¿dónde estuviste anoche? Necesitaba tú abrazo, y tú mirada. Esa mirada que lo entiende todo y aplaca la bronca y calma las fieras. Bajé después de medianoche de la terraza. Tomé un par de copas de whisky y me tiré en el sofá a escuchar música a bajo volumen. Hay demasiada soledad en los mundos minúsculos. Tanta que a veces quisiera desaparecer…


¿Dónde estás?...




 Yo.





(Imagen de im-buni )

martes, 24 de julio de 2012

#15: "El suave oleaje del recuerdo"





Querida tú:



Hay días, como el de hoy, que despierto pensando en los distintos caminos que he tomado a lo largo de mi vida. No puedo decir cuál ha sido correcto y cuál no, pues debería haberlos tomado a todos  para poder sentenciar ese veredicto. Supongo que puedo decirte que he tomado los que en el preciso instante que se mostraron ante mí decidí eran correctos, ¿pero serían realmente los correctos?...

No lo sé.

Es que hay días que mi subconsciente juega con mi consciencia, los escucho correr por los pasillos de la memoria, por los toboganes de mi corazón, reír a mis espaldas, cuchichear cerca de mis sienes, y sé que traman cosas, o bien confabulan, como tripulantes de un viejo barco ansiosos por una revuelta, por tomar por completo el barco. Son estos días, tal como te he contado, que miro mi vida hacia atrás, observo los pasos, las decisiones, los aciertos, los errores, las trampas, y me digo a mí mismo que lo voy logrando, que no ha sido tan difícil, pero que tampoco fue fácil.

Y hoy me encuentro aquí, en esta cama, analizando mi vida, pensando que acabo de despertar y no estás a mi lado, que la cama es gigantesca, que el silencio es atroz, que hay momentos en la vida de un hombre que preferiría no vivirlos, tan solo saltearlos, evaporarse y materializarse en otro sitio con tal de no soportar el dolor que se siente cuando la soledad te estruja el corazón, cuando los colores ocres de la vida tiñen los pensamientos y muestran a la perfección lo que podría ser y no fue.

Aún conservo el viejo cuadro que pintaste. Está ahí, justo sobre la vieja cómoda, con sus colores intactos y esa escena, tan humana, tan sentida, reviviéndose día a día ante los ojos que han llegado a verla. Ayer ha venido la vecina del octavo piso, me ha traído un par de camisas y pantalones, aludiendo que pertenecían al difunto de su marido y que yo, como soy casi de su talla, podría usarlos, y ella al verme con esa ropa se sentiría feliz y a la vez lo recordaría más vívidamente. He aceptado el obsequio por cortesía, pero no creas que un escalofrío no me ha corrido por la médula. Observo esa ropa doblada cuidadosamente sobre la silla y pienso en el hombre que las usaba, en las decisiones que supo tomar en vida, en cuánto de su impronta iluminó a este mundo. En algún punto todos teñimos con nuestro color interno éste mundo. Dejamos en él rastros inconfundibles de nuestro paso, de nuestra toma de decisiones, de nuestros actos. Tú lo has hecho con este cuadro que observo cada mañana al despertar. Hay mucho de ti en él. Desde la suavidad del oleaje hasta la rompiente de piedras, atravesando el caserío lejano, y el sol pálido ¡Realmente estabas inspirada cuando lo pintaste! Parece mentira que ya han pasado tantos años. Si lo vieras… seguramente una lágrima te afloraría. Los recuerdos tienen mucho poder, tanto que a veces usan más filo que un cuchillo para cortarte en dos.


Me pregunto si aún pintas, si habrá nuevos cuadros colgados en otras paredes, si alguien más se despertará al igual que yo observando una de tus pinturas. Siempre creemos que somos únicos y que solo nosotros podemos vivirlo de ese modo, ¡pero nada más equivocado, querida mía! Solo somos ese pequeño grano de arena, en una playa solitaria dentro de un vasto mar, en un universo infinito. Seguramente habrá otra pintura, otros ojos, y otro corazón que la observe. Y es que eso pertenece a uno de esos caminos con los cuales hoy me desperté analizando, caminos que uno decide recorrer y a veces en vez de acercar te alejan de la gente que amas. Heme aquí, en esta vieja cama, con el corazón arrugado de melancolía, con el recuerdo de tus manos pintando sobre el lienzo, de la postura de tú cuerpo frente al bastidor, de tú silencio de artista magnánimo. Quisiera cerrar los ojos y verte en esta misma habitación pintando, esbozando con colores ese mundo que tus ojos miran y que tú espíritu representa sobre la tela, pero no me es posible, pues ambos elegimos caminos distintos y no sé si algún día volverán a fusionarse…

Aunque tal vez..



Yo.


(Imagen: Sicca )

sábado, 21 de julio de 2012

#14: Lluvia y poesía




Querida Tú:


Desde hace un tiempo deseo leer poesía, y ya sabes como soy, y cuanto me cuesta deambular entre las estrofas y darle un sentido a lo que leo poéticamente. A veces me pregunto si eso alguna vez te llevó a pensar que te alejaría de mí ¿Tal vez? Quisiera pensar que no, ser fuerte, y abastecer mi seguridad con un ¡NO! rotundo, pero he aquí que a veces suelo caminar por el alambre tenso en medio del precipicio de la inseguridad.

Nuestra vieja vecina, la del 6º “B”, ha bajado el otro día y tras abrirle la puerta me ha puesto un viejo libro de poesía en mi pecho. Acepté el libro con una sonrisa que oscilaba entre el agradecimiento y la incredulidad. Sin más se dio la vuelta y volvió a subir las escaleras. He terminado de deducir que nuestra vecina es de pocas palabras, o tal vez sincroniza un canal al cual nosotros nunca estuvimos conectados… al menos yo.

Dejé el libro sobre la mesa ratona y me olvidé por completo del acontecimiento. Los días fueron pasando y cada vez que entraba al departamento observaba el libro, ahí, sobre la mesa, como si estuviese sigilosamente controlando cada uno de mis movimientos, a la espera que me enredase entre sus páginas, cosa que hice, pero recién el pasado domingo por la tarde. Llovía. Sí, como tanto te gusta. Con viento fuerte y chaparrones que caían insistentemente mojándolo todo a su paso. Terminé descubriendo una filtración de agua en la ventana que da al living, y pensé, por un instante, cuanto te extraño en mi vida. Es ahí, en esas cosas insignificantes que tú ausencia me desmiembra y me hace jirones el corazón, ahogándome en pena y melancolía. Contemplé la lluvia por largo rato mientras pasaba de aquí para allá las hojas del libro. Supuse que el libro era de propiedad de nuestra vecina, ¿pero acaso nuestra vecina era una lectora de poesía? Jamás lo hubiera imaginado, ¿y tú? Supongo que tampoco. Pero ya ves, a veces la gente nos sorprende gratamente, dejándonos en completo ridículo, atándonos y amordazándonos por nuestros juicios presurosos.

Leí un par de poesías y se me hizo un nudo en la garganta. Creo que el clima y la hora de la tarde también se confabularon para ello. En ese momento he de confesarte que te extrañé horrores ¿Dónde estarás ahora?, ¿leerás poesía?, ¿escribirás poesía?, ¿lloverá allí donde te encuentras, o el clima será tan árido como mi corazón lo es últimamente? Son tantas las preguntas que mi subconsciente me hace sobre ti que ya he perdido la cuenta. Solo sé que entre la lluvia y la poesía he derrochado lágrimas de tristeza y melancolía, imaginando tú rostro en la humedad del vidrio del ventanal, recordando los buenos tiempos, los tiempos en que los días lluviosos eran sinónimo de alegría y felicidad… ¿Adónde van los días buenos?, ¿acaso lo sabes tú? Yo no. Me lo he preguntado millones de veces y jamás obtuve una respuesta con coherencia. Tal vez se escondan detrás de estrofas de poesía.

Me he dormido con el libro en mi regazo. La lluvia cesó por completo y yo seguía aún dormido. Un fuerte viento sur hizo mover una vieja marquesina y el ruido terminó sobresaltándome. Y allí estaba el anochecer, cayendo lentamente sobre los edificios vecinos, sobre las calles linderas, sobre el gentío desconocido. Asomado a la ventana miraba el movimiento callejero aletargarse junto con el día. Observaba los rostros y de repente caí en la cuenta que buscaba el tuyo. Sí, el tuyo. Busqué desesperadamente pero no estabas allí. No sé donde estabas, no sé donde estás…

Esa noche antes de acostarme tomé el libro y lo puse en la biblioteca. Había decidido que la poesía aún no entra en mi cuerpo como debería entrar. No se mimetiza con mi ser como cuando tú me leías poesía. El mundo cambia, tú mejor que yo lo sabe, y en ese cambio nos sentimos trastocados, con nuestro eje muchas veces oscilando unos cuantos grados, preguntándonos el porqué, o por qué nosotros, pero jamás hay respuestas rápidas, son más bien respuestas escondidas como acertijos, difíciles de descifrar, poderosas de contenido oculto.

¿Algún día volverás a leerme poesía? No me respondas, yo mismo me responderé cada vez que lea un poema, escuche una poesía fluir por el aire o alguien me vuelva a entregar un libro de poesía en mis manos. Será una respuesta instantánea, sin pensamientos. Dará un brinco directo desde mi corazón atravesando todos mis sentimientos, y sí puedo decir que sea cual fuere la respuesta yo estaré feliz, pues aquellos días en que nos amábamos y la poesía giraba en torno a nuestros días siempre perdurarán en mi corazón a modo de estrofas vitales para vivir.


Yo.  


(Imagen: http://goo.gl/VxmiR)