lunes, 9 de septiembre de 2013

Sensaciones extrañas



Tengo ese tipo de sensaciones extrañas, que solo se encienden cuando estamos juntos, caminando o en la cama. Reímos, me mirás, te miro. Y ahí, como esas tantas cosas ininteligibles de la vida, aparece, con furor, desde las entrañas más profundas, haciendo que mi ser por completo se movilice y decrete que producís algo especial en mí, algo que me es, hasta el día de hoy, imposible de explicar.

Tampoco todo se debe explicar ¿Cómo se puede explicar un paseo por la linde del bosque en tu compañía? No, no hay verbos ni adjetivos. Todo se queda a medias. Pasa que para los amores verdaderos el lenguaje suele dejar su riqueza y caer en la pobreza ¿Cómo explicar la sensación sentida cuando te veo saltar sobre las piedras del río, sonriendo, alegre, en tu propio universo? Jamás lo he podido.

Las sensaciones extrañas, quiero que lo sepas, me abordan a menudo. Me asaltan sin previo aviso y me arrinconan contra las paredes de esas cavernas tan oscuras que tiene mi memoria. Muchas de esas paredes fueron construidas por vos… por mí. Hay una arquitectura básica y una mano de obra pesada en ellas. Esas paredes están impregnadas de sensaciones. Se parecen a cuadros de pintores de renombre pero que jamás vieron la luz. Ahí, justo en esas paredes, está escrita nuestra historia.

La gente jamás entendería lo que siento cuando te veo conducir el automóvil, cuando me sonreís de soslayo, o cuando apoyas tu cabeza en mi pecho mientras caminamos por la calle en las noches heladas de invierno. La gente tampoco tiene porqué entenderlo. En realidad ni yo lo logro entender. Hay cosas que por más que quieran explicarse se niegan a ello, y tan solo tenemos las sensaciones para poder decir: “sí, es eso, es algo como eso…”

lunes, 6 de mayo de 2013

Nubes

Hoy he despertado sintiéndome vacío. Sí, vacío. Así, como si estuviera en el espacio… ¿Has estado en el espacio?... ¿No?... Yo tampoco, pero lo imagino. Puedo imaginar cosas, lo sabes, te lo he dicho muchas veces. Me imagino en el espacio, vacío, inerte, sin vida. Y a su vez me imagino vivo, feliz, sentado en un campo, con mi perro al lado y ambos recibiendo el viento sur en nuestro rostro. La vida tiene esas facetas tan simples y complejas a la vez. Es como una moneda: cara, cruz…

A pesar del vacío me sonrío por estar vivo. Siempre te he dicho que amo la vida. No me importan los golpes, ni las lastimaduras, ni los escombros que puedan caer sobre mis hombros. No. No importan.

Anoche, de madrugada, estuve escuchando una canción de Andrés Calamaro, “Tu me estás atrapando otra vez”… ¿te acordás de ella? Sí… esa misma. Me vulnerabiliza. Me expone. Soy una bandera flameando en medio del tsunami.

Te diría cómo se ven las nubes en este instante a través de la ventana de mi habitación, pero dirías que suena cursi, que es cosa de escritores, que es cosa de esos tipos que enamoran con palabras pero que en su viva realidad jamás demuestran nada. No importa. Las nubes se ven esponjosas, recortadas, y matizadas por grises y dorados. Me gustan.

Cortaría un pedazo de nube y te lo regalaría… sí… tan solo para que me sonrías, así, como lo sabes hacer… tan solo para mí.

Baila... baila...

Gira… gira… baila… baila… brilla… brilla… hazlo por mí. Sí, por mí...

Los que no sabemos bailar le sonreímos a los que sí. Lo sabes. Yo no sé bailar. Solo muevo mis extremidades, así, como esas marionetas que se relajan y se dejan llevar por su maestro y el arte que sus manos les impulsa hacer. Sin embargo no tengo vergüenza. Me sonrío. Río. Me río a carcajadas. Y me sonrojo. Y mis ojos brillan, de las lágrimas de felicidad que se acumulan en ellos. Y me miras, y me ves, y a la vez sonreís. Sí. Soy yo. Ese hombre adulto que dentro de él guarda un niño que se vuelve feliz en el momento menos esperado, y te roba el corazón, y te hace sentir en las nubes y te hace pensar que en la vida todo es posible.

Sí… soy yo.

Gira… gira… muévete… muévete… brilla… brilla… ¡brilla mi amor!