lunes, 9 de septiembre de 2013

Sensaciones extrañas



Tengo ese tipo de sensaciones extrañas, que solo se encienden cuando estamos juntos, caminando o en la cama. Reímos, me mirás, te miro. Y ahí, como esas tantas cosas ininteligibles de la vida, aparece, con furor, desde las entrañas más profundas, haciendo que mi ser por completo se movilice y decrete que producís algo especial en mí, algo que me es, hasta el día de hoy, imposible de explicar.

Tampoco todo se debe explicar ¿Cómo se puede explicar un paseo por la linde del bosque en tu compañía? No, no hay verbos ni adjetivos. Todo se queda a medias. Pasa que para los amores verdaderos el lenguaje suele dejar su riqueza y caer en la pobreza ¿Cómo explicar la sensación sentida cuando te veo saltar sobre las piedras del río, sonriendo, alegre, en tu propio universo? Jamás lo he podido.

Las sensaciones extrañas, quiero que lo sepas, me abordan a menudo. Me asaltan sin previo aviso y me arrinconan contra las paredes de esas cavernas tan oscuras que tiene mi memoria. Muchas de esas paredes fueron construidas por vos… por mí. Hay una arquitectura básica y una mano de obra pesada en ellas. Esas paredes están impregnadas de sensaciones. Se parecen a cuadros de pintores de renombre pero que jamás vieron la luz. Ahí, justo en esas paredes, está escrita nuestra historia.

La gente jamás entendería lo que siento cuando te veo conducir el automóvil, cuando me sonreís de soslayo, o cuando apoyas tu cabeza en mi pecho mientras caminamos por la calle en las noches heladas de invierno. La gente tampoco tiene porqué entenderlo. En realidad ni yo lo logro entender. Hay cosas que por más que quieran explicarse se niegan a ello, y tan solo tenemos las sensaciones para poder decir: “sí, es eso, es algo como eso…”