sábado, 21 de julio de 2012

#14: Lluvia y poesía




Querida Tú:


Desde hace un tiempo deseo leer poesía, y ya sabes como soy, y cuanto me cuesta deambular entre las estrofas y darle un sentido a lo que leo poéticamente. A veces me pregunto si eso alguna vez te llevó a pensar que te alejaría de mí ¿Tal vez? Quisiera pensar que no, ser fuerte, y abastecer mi seguridad con un ¡NO! rotundo, pero he aquí que a veces suelo caminar por el alambre tenso en medio del precipicio de la inseguridad.

Nuestra vieja vecina, la del 6º “B”, ha bajado el otro día y tras abrirle la puerta me ha puesto un viejo libro de poesía en mi pecho. Acepté el libro con una sonrisa que oscilaba entre el agradecimiento y la incredulidad. Sin más se dio la vuelta y volvió a subir las escaleras. He terminado de deducir que nuestra vecina es de pocas palabras, o tal vez sincroniza un canal al cual nosotros nunca estuvimos conectados… al menos yo.

Dejé el libro sobre la mesa ratona y me olvidé por completo del acontecimiento. Los días fueron pasando y cada vez que entraba al departamento observaba el libro, ahí, sobre la mesa, como si estuviese sigilosamente controlando cada uno de mis movimientos, a la espera que me enredase entre sus páginas, cosa que hice, pero recién el pasado domingo por la tarde. Llovía. Sí, como tanto te gusta. Con viento fuerte y chaparrones que caían insistentemente mojándolo todo a su paso. Terminé descubriendo una filtración de agua en la ventana que da al living, y pensé, por un instante, cuanto te extraño en mi vida. Es ahí, en esas cosas insignificantes que tú ausencia me desmiembra y me hace jirones el corazón, ahogándome en pena y melancolía. Contemplé la lluvia por largo rato mientras pasaba de aquí para allá las hojas del libro. Supuse que el libro era de propiedad de nuestra vecina, ¿pero acaso nuestra vecina era una lectora de poesía? Jamás lo hubiera imaginado, ¿y tú? Supongo que tampoco. Pero ya ves, a veces la gente nos sorprende gratamente, dejándonos en completo ridículo, atándonos y amordazándonos por nuestros juicios presurosos.

Leí un par de poesías y se me hizo un nudo en la garganta. Creo que el clima y la hora de la tarde también se confabularon para ello. En ese momento he de confesarte que te extrañé horrores ¿Dónde estarás ahora?, ¿leerás poesía?, ¿escribirás poesía?, ¿lloverá allí donde te encuentras, o el clima será tan árido como mi corazón lo es últimamente? Son tantas las preguntas que mi subconsciente me hace sobre ti que ya he perdido la cuenta. Solo sé que entre la lluvia y la poesía he derrochado lágrimas de tristeza y melancolía, imaginando tú rostro en la humedad del vidrio del ventanal, recordando los buenos tiempos, los tiempos en que los días lluviosos eran sinónimo de alegría y felicidad… ¿Adónde van los días buenos?, ¿acaso lo sabes tú? Yo no. Me lo he preguntado millones de veces y jamás obtuve una respuesta con coherencia. Tal vez se escondan detrás de estrofas de poesía.

Me he dormido con el libro en mi regazo. La lluvia cesó por completo y yo seguía aún dormido. Un fuerte viento sur hizo mover una vieja marquesina y el ruido terminó sobresaltándome. Y allí estaba el anochecer, cayendo lentamente sobre los edificios vecinos, sobre las calles linderas, sobre el gentío desconocido. Asomado a la ventana miraba el movimiento callejero aletargarse junto con el día. Observaba los rostros y de repente caí en la cuenta que buscaba el tuyo. Sí, el tuyo. Busqué desesperadamente pero no estabas allí. No sé donde estabas, no sé donde estás…

Esa noche antes de acostarme tomé el libro y lo puse en la biblioteca. Había decidido que la poesía aún no entra en mi cuerpo como debería entrar. No se mimetiza con mi ser como cuando tú me leías poesía. El mundo cambia, tú mejor que yo lo sabe, y en ese cambio nos sentimos trastocados, con nuestro eje muchas veces oscilando unos cuantos grados, preguntándonos el porqué, o por qué nosotros, pero jamás hay respuestas rápidas, son más bien respuestas escondidas como acertijos, difíciles de descifrar, poderosas de contenido oculto.

¿Algún día volverás a leerme poesía? No me respondas, yo mismo me responderé cada vez que lea un poema, escuche una poesía fluir por el aire o alguien me vuelva a entregar un libro de poesía en mis manos. Será una respuesta instantánea, sin pensamientos. Dará un brinco directo desde mi corazón atravesando todos mis sentimientos, y sí puedo decir que sea cual fuere la respuesta yo estaré feliz, pues aquellos días en que nos amábamos y la poesía giraba en torno a nuestros días siempre perdurarán en mi corazón a modo de estrofas vitales para vivir.


Yo.  


(Imagen: http://goo.gl/VxmiR)

4 comentarios:

  1. Muy lindo! Uno recuerda a la persona a traves de los momentos que compartieron juntos y fueron felices.

    Me gusto mucho

    Petra

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    Respuestas
    1. Es una especie de melancolía que queda atrapada en el ADN...

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  2. ¿Adónde van los días buenos?

    Tal vez se escondan detrás de estrofas de poesía...



    ;)

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